Las balas de tu ignorancia
atraviesan mi corazón harto
harto de tu metálico cariño.
Quizás mi mirada no se junte con la tuya,
quizás mis manos no se rocen con las tuyas,
quizás mis labios no se unan con los tuyos.
Cuando estás frente a mí,
siento como si un asteroide hubiera estallado,
hubiera estallado como fuego ardiente,
como luz omnipotente.
Según mi inconciente,
eres tú
aquel que yo soñé.
Tus ojos macabros
no vencen a los míos,
tu piel suave como seda
me insita a acariciarte.
Algún día sabrás,
sabrás que estuve enamorada
solamente de ti.
Neuquén, 1997. María Fernanda González