sábado, 7 de marzo de 2009

Creaciones 2000

Desorbitada


Mis ojos desorbitados buscaban tu mirada. Cuando al fin la encontraron, tu dulce boca dibujaba una sonrisa. Quizás habrás entendido, quizás no, pero mi corazón latía cada vez más fuerte, queriendo estallar, queriendo gritar te amo. Pronunciar este sentimiento no es tan fácil, consta de tantas palabras, tantas palabras llenas de amor, de paciencia, de amistad, de alegría. Decir que tus oscuros ojos penetrantes me derriten internamente, que tus suaves labios son mis deseos, que tus manos son al ansia de mi cuerpo, que tus gestos comunican más que mil palabras, que en mis sueños sólo existís vos.
Cuantas noches paso despierta, contando las luminosas estrellas que cuentan cómo estás, y escucho el susurro de la fresca brisa que pronuncia tu nombre, con suavidad, con aquella extrema suavidad de tu dulce piel.
Qué difícil me ha resultado decirte hola cuando hacía poco tiempo que nos conocíamos, y qué difícil me resultará decir adiós, adiós a aquellos ojos, aquellos labios, aquellas manos, aquella piel; después de haber sentido y de haberme sentido viva. Sí, viva por primera vez.
Pero ahora, ahora sólo me conformo con mirarte, con sentir. Conformidad que sé que se está yendo, muy lejos, a raíz de la fuerza de un deseo desenfrenado, que se me hace imposible controlar.
Cómo contener mis tristes lágrimas al pensar en ello, quiero que me lo expliques. Quiero que me cuentes cómo hacer para que mis lágrimas se transformen en apasionados besos, y que mis labios nunca se cansen de decirte te amo.

La Plata, año 2000
María Fernanda González

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