martes, 12 de mayo de 2009

Camino hacia la tesis






Cursando la cátedra de Seminario de Práctica Profesional, en primera instancia, junto con la Lic. María Grau decidimos elegir como tema de tesis final de graduación una investigación sobre lo que reflejaban algunos periódicos sobre la guerra en Irak. Transcurría el 2004. Pero pronto esa idea se desvaneció como consecuencia de la negativa del director de la carrera de Ciencias de la Comunicación, Lic. Adrián Lomello, quién comparó nuestro tema con una tesis realizada hacía un tiempo atrás sobre la guerra del Golfo. No tenían nada en común, salvo el país involucrado.
Cuando uno es estudiante, muchas veces se deja manipular por diversas situaciones. Esta fue una de ellas. Se cambió de tema, y luego de un largo proceso que contó con la ayuda de nuestro tutor, Lic. Rodolfo Olivera, descubrimos que teníamos interés en varios aspectos de un mismo tema que resultó ser el ALCA.
Entre idas y venidas, fuimos consolidando la idea de qué era lo que pretendíamos con nuestro trabajo. Bajo el título: "ALCA: el difícil camino hacia la unión americana", realizamos un análisis de lo que seis periódicos de Latinoamérica y el Departamento de Defensa de los Estados Unidos publicaron sobre el ALCA en el marco de la realización de la IV Cumbre de las Américas.
Esta reunión continental de presidentes se llevó a cabo el 4 y 5 de noviembre de 2005 en la ciudad de Mar del Plata y tomamos como período de análisis dos meses antes de la las fechas mencionadas y un mes posterior. Los periódicos seleccionados fueron El Universal de México, El Nacional de Venezuela, O Globo de Brasil, El Mercurio de Chile, La Nación y Página 12 de Argentina. La información publicada fue contrapuesta por lo publicado por la Página Web oficial del Departamento de Estado de Estados Unidos –Usinfo-.
En un principio, cuando realizábamos la recopilación de datos, tuvimos un importante inconveniente con la información recabada del diario O Globo. Como todo se realizó en soporte Internet, los artículos habían sido guardados en un diskette –en esa época eran más común que los CD-. Resultó que cuando quisimos bajarlos a la computadora pasó lo que se había vuelto una rutina: ninguna CPU reconocía el diskette y pedía formatearlo, implicando borrar todo su contenido. Tuvimos que suscribirnos nuevamente al periódico y volver a pagar por esos artículos.
El desarrollo de la tesis tuvo una duración de tres años. Apoyada en un marco teórico y en un marco histórico, la investigación se fue realizando vía e-mail, con la Lic. Grau entre Balcarce y Mar del Plata y a 1200 Km. de distancia -en Neuquén Capital- donde yo me encontraba trabajando en el Diario La Mañana de Neuquén a fines del 2006 y en la Dirección de Juventud de la Municipalidad durante el 2007. En una o dos oportunidades viajé hacia Mar del Plata para reunirme con Grau y con el tutor para ver las correcciones a realizar.
Cuando apenas comenzamos el trabajo, nos dijeron que no era posible llevar a cabo una tesis en dichas condiciones, con dos integrantes tan separadas entre sí. El tutor fue el único que reconoció que, aunque era difícil, no era imposible y sólo nos llevaría más tiempo que otras personas.
Recuerdo el día que en el buffet de la Universidad me esperaba el tutor con la tesis. Era en el 2007. Llegué con los dos tomos que habíamos escrito –un total de 696 páginas ya impresas y anilladas por una gráfica- y se las entregué al tutor para que la revise. Luego, se hicieron copias para tres sectores de la Universidad y esperamos que nos dieran una fecha para su defensa oral y pública. No transcurrió mucho tiempo cuando llegó la noticia: el 3 de octubre a las 17 horas en la sede de Avellaneda 3345 de la ciudad de Mar del Plata.
Viajé cinco días antes. Preparamos una presentación en Power Point para destacar los datos más importantes y preparamos un speech interactivo en el que pudiéramos hablar los minutos que nos correspondía a cada una y completar el total que se exigía para la defensa. Los días previos no fueron días de nervios ni situaciones alocadas como se podría imaginar. Simplemente, fueron días divertidos donde se practicó lo que se iba a decir, se hicieron comentarios sobre qué era lo adecuado, nos evaluábamos mutuamente y hasta se siguió analizando ciertos aspectos. Llovía a cántaros en Balcarce y el quincho de la casa de María Grau fue testigo una y otra vez de la presentación de tesis, de posibles preguntas que podían surgir, de mates, de te y, por supuesto, del infaltable cronómetro que nos condicionaba.
Llegó el día. Había llovido durante días y en esa época Mar del Plata todavía permanecía secuestrada por el frío. La primavera se había ido de paseo y en ese contexto, a la tarde sería el momento culmine de años de estudio, de trabajo, de esfuerzo tanto nuestro como de nuestras familias.
Llegamos una hora antes. El día anterior habíamos estado probando los equipos –proyector, cañón, notebook-. Ya no había vuelta atrás. Lo extraño era que estábamos muy tranquilas. El jurado estuvo compuesto por tres personas, el periodista y director de la carrera Lic. Daniel Bertagno, una representante del Departamento de Metodología de la Investigación y una de la cátedra Seminario de Práctica Profesional. Además, en la mesa estaba ubicado nuestro tutor, que tenía voz pero no voto.
Se hicieron las cinco y poco a poco los nervios empezaron a aparecer, aunque optaron por no apoderarse de nosotras. En el aula estaban presentes además del jurado, familiares y amigos. La exposición duró exactamente el tiempo exigido. Y comenzaron las preguntas. Algunas sin relación con el tema, otras con mala intención y otras cuyas respuestas ya habíamos explicado. Pero nada nos intimidó y con soltura y seguridad respondimos a cada una de ellas. El jurado se retiró para debatir la nota final, entretanto aprovechamos a charlar con nuestro tutor y saludar alguna que otra persona conocida. No tardaron mucho y llegó la nota esperada. Pero lo más importante para nosotras era que habíamos aprobado y que habíamos llegado al fin de una etapa. La Universidad nos abrió las puertas de lo desconocido y formó la base para que afrontemos el mundo desde una profesión y una visión distinta.
Por supuesto, estas reflexiones las realicé con el tiempo. Allí, en el aula 1 de la sede de la Universidad Fasta, lo único que pensábamos era ir a casa y descansar, orgullosas del fin obtenido. Llegamos a la puerta y nos estaban esperando con huevos, harina, papel picado y hasta ananá fizz. Tuvimos que corrernos media cuadra porque desde la Universidad salieron a avisar que no podíamos ensuciar la vereda de la institución. Tanto Grau como yo somos demasiado respetuosas de la ley, las normas y las reglas. Simplemente, cumplimos. Recuerdo que en ese instante recordé todos los alumnos graduados que habían sido recibidos en la puerta con toda clase de elementos y que nunca les dijeron nada, pero a nosotras sí. Y recuerdo, también, el fuerte olor a podrido que teníamos al llegar la noche.
Un mes después, el 9 de noviembre de 2007, recibimos en el acto de colación el diploma “trucho” que simbolizó que nos habíamos convertido en licenciadas. El título verdadero llegó cuatro meses después con la validación del Ministerio de Educación de la Nación. De ahí en más, para que tuviera verdadera validez, habría que validarlo en el Ministerio del Interior de la Nación. Firmas por aquí y por allí, burocracia administrativa argentina, estatal y universitaria.


María Fernanda González

2009

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