lunes, 16 de febrero de 2009

Lo más difícil

Siempre buscando complicaciones. En vez de optar por una vida un poco más fácil, más tranquila, se elige el camino más difícil. Ese que no sólo contiene piedras atravesándolo, sino también ramas de diversos tamaños, algunas con espinas y otras un tanto más lisas.
Esa maldita costumbre de luchar por lo que se piensa, por los ideales, las convicciones, lo que se siente. ¿Vale la pena?, si esa lucha tiene sentido de existir. El resto de las personas que te rodean, cercanos o lejanos, cuestionan, enjuician tus actos. ¿Estás dispuesto a afrontarlo, a hacerte cargo de todo lo que ello implica y aguantar lo que se venga, malo o bueno?
Porque las cosas verdaderas se basan en sentimientos auténticos, en defenderlos contra viento y marea, y lograr que las personas que te quieren y te rodean no se alejen. Es en ese instante donde te planteas toda la vida transitada, y haces una visión a futuro. Es en ese mismo momento que observas y te das cuenta quiénes son de fierro y a pesar de las divergencias siguen a tu lado.
Y durante todo ese lapso en que no sabes qué hacer y te replanteas esto, tratas de no abandonar la alegría de todos los días, intentas mantenerte firme, como si por arte de magia te pusieras una coraza de metal.
Unos te dicen que lo mejor es tener paciencia. Hay que esperar cómo se van resolviendo las cosas a lo largo de las horas, los días, los meses. Pero sentís que no podes, y la espera se hace inaguantable. Y pensás que tenés que hacer algo al respecto. Pero el problema surge cuando no sabes qué. Y por lo tanto te quedas pensando, y pensando. A veces esa maquinita que tenés en el cerebro trabaja y trabaja, sin descanso, sin parar ni siquiera por un segundo. Es entonces cuando sentís que te estás volviendo loco. Y no sabés si es de amor, o de toda la paranoia de un camino sinuoso, cuesta arriba, sumamente empinado. Y te parece que no hay baranda, pero si abrís más los ojos, distinguís finamente una. Esa que te causa la esperanza de poder sostenerte, y aunque sea con dificultad te ayuda a subir despacio. Esa baranda que resulta ser la fe en algo así como más superior que vos, que tiene la fuerza y el poder de alentarte, esa que puede ser Dios, con el nombre que desees ponerle.
Y quizá sea ese el motivo por el que elegís ese camino no tan fácil. Quizá por eso defendés tus costumbres, tus actos, tus ideologías. Quizá por eso te jugás por aquél amor prohibido, por aquellas cuestiones que van en contra de la corriente social.
Mayo, 2004

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